jueves, 30 de octubre de 2008

2.El boom y sus técnicas en la narrativa

El término realismo mágico primero nació en referencia al arte europeo de entreguerras de la mano del crítico alemán Fran Roo en 1925. Pero empezó a usarse para definir una nueva narrativa hispanoamericana. En los años 30 Borges había hablado de realismo fantástico y más tarde Arturo Uslar Pietro usó el término de realismo mágico para referirse a la narrativa latinoamericana.

A partir de la década de los `40 se produce una modificación en la prosa de la misma manera que antes se había producido en la poesía. Esta renovación se caracteriza por la atención a la peculiaridad americana desde una estética que aúna el realismo y lo fantástico como forma única de expresar las características del mundo americano. Alejo Carpentier, prefería el termino de lo real maravilloso, creía, que el realismo puro es incapaz de tomar la asombrosa realidad del mundo americano. Por lo tanto creía que el realismo mágico es un intento de renovación literaria muy unido a estéticas de las vanguardias europeas, en el cual la mayoría de sus autores tienen un gran contacto con el mundo europeo, tanto con las vanguardias poéticas, como con la novela europea más renovadora. En cierta medida en que se da inesperadamente la imaginación y lo fantástico en la prosa hispanoamericana se hace ver, la presencia del mundo onírico en la literatura europea de vanguardia lo que se ha denominado fantástico moderno cuyo máximo representante sería Fran Calca, y sus principales herederos en Hispanoamérica Julio Cortázar y Jorge Luis Borges.

En el realismo mágico encontramos lo real presentado como maravilloso, o bien lo maravilloso presentado como real. Los sucesos más fantásticos no se presentan, como en el cuento fantástico tradicional, algo que asombra tanto a personajes como a lectores, sino como parte de la realidad cotidiana. Asimismo también lo real, lo cotidiano, el paseo por la calle, la reunión de amigos o simplemente ponerse un vestido, pueden verse en algo fantástico y maravilloso en la narrativa hispanoamericana. La unión de realidad y fantasía se mezclan en las novelas que en los años cuarenta comienzan a escribirse en América. También estas novelas tienen una preocupación de estilo importante, la técnica narrativa se renueva con el uso de formas nuevas de narrar, uso de innovaciones que ya se venían usando también en Europa, como por ejemplo en el Ulises de José. Por lo tanto la nueva narrativa Hispanoamérica se caracteriza por la innovación estilística y el deseo de averiguar lo más difícil posible de la realidad y la fantasía. Entonces aparecen nuevos temas, la temática tradicional se ve reforzada no sólo por un nuevo tratamiento sino también por la inclusión de nuevos elementos. Sin abandonar temas de la novela real anterior, como la naturaleza, el mundo indígena, o los problemas políticos, se da cabida al mundo urbano con mayor amplitud que antes, y se da también paso a la reflexión sobre problemas humanos y existenciales. El mundo de las vanguardias europeas, y el mundo de los sueños influyen también en esta narrativa.


Pero insisto en que El realismo mágico del siglo XX es el regreso a aquel momento, sólo que ahora se devuelve a los europeos el mundo americano en forma de realidad desde lo fantástico. Los autores americanos mezclan lo mágico y lo cotidiano y dan cuenta de la originalidad americana desde una ficción cambiadas estilísticamente, manejada con técnicas nuevas como juegos temporales, y la combinación de personas narrativas. El mismo lenguaje es también enriquecido con términos de uso americano y el mundo europeo se ve invadido de latinoamericanos con alto nivel intelectual que puede alcanzar cualquier obstáculo; este mundo americano vuelve a hacerse mágico para el hombre europeo, como había sucedido con el descubrimiento.


El boom de la narrativa Hispanoamérica y el realismo mágico no pueden identificarse plenamente. El realismo mágico nace en los años cuarenta con los autores que no participaron plenamente del boom de los años 60, no fueron sus cabezas visibles y por lo tanto no suelen identificarse por el lector normal con aquel fenómeno de los años sesenta. Es el caso de autores como Juan Rufo o Miguel Ángel Asturias, el primero fue Premio Príncipe de Asturias en 1983, y el segundo, Premio Novel en 1967. Igualmente autores del boom no participan de las características del realismo mágico, es el caso de autores como Vargas Llosa que, a pesar de utilizar recursos narrativos novedosos y participar de elementos comunes del realismo mágico no confunden la ficción y la realidad de la misma manera que los narradores que utilizan el realismo mágico, lo mágico con lo cotidiano no se mezclan de la forma habitual en lo que venimos denominado “realismo mágico”, sino desde otras perspectivas, como sucede por ejemplo en La tía Julia y el escribidos, donde la biografía del novelista se mezcla con la ficción de un autor de folletines que a su vez se vuelven a confundir entre sí dando lugar a un universo propio y diferente. Por lo tanto habría que distinguir tanto realismo mágico y boom, como dentro de uno y otro una amplia gama de matices muy diversos. Ni la narrativa de Gabriel García Márquez participa de los mismos recursos que la de Vargas Llosa, ni la obra de Juan Rufo está llena las innovaciones narrativas que presentarán las obras del boom. Pero el primero hace referencia a una estética y el segundo a un acontecimiento literario de un descubrimiento en que narradores renovaron la narrativa hispanoamericana guiados por innovaciones europeas y a su vez conocidos e imitados en Europa, y en el mundo de habla hispana. Sin duda el boom, más que a una estética común o una temática propia o la designación de una generación de jóvenes escritores, hace referencia a un fenómeno por el que los narradores hispanoamericanos avanzaron intelectualmente ganadote lo que merecían en el panorama literario universal y consiguieron recuperar para los lectores la prosa de sus antecesores que, sin duda, son los auténticos padres del llamado realismo mágico.

1 comentario:

Profe Diana dijo...

Hola Araceli:
Si repasas el formato y las partes constitutivas de la presentación de la monografía, verás que te faltan algunos detalles como la cita de la bibliografía.